Eran las doce de la mañana y aún no habían abierto, algunas personas llevaban cuatro horas o más allí, la expectación ya era máxima. Un dependiente se acercaba a la reja mirándo a la multitud de afuera con aprensión.
Otro pisotón más, un nuevo bolsazo de pijo cargado de compras, un empujón de la anciana que tenía detrás y hasta un pellizco de una rubia adolescente. Estaba harta y le dolía ya todo el cuerpo de la tensa y larga espera. No iba a soltarse de la maldita reja porque ella llegó primero, nadie le podría arrebatar eso.
El dependiente que coge aire y punlsa un botón. La reja sube y, antes de que le llegue a la cintura, el gentío la empuja contra ella auque grite pidiéndo un poco de calma. Tres manos intentan apartarla para abrirse camino bajo la estructura aún a medio izar. Algunos ya han logrado entrar y abordar a un vendedor, previo arrastre por el piso cual gusanos. Y en un último empujón logran entrar a la vez cientos de personas, agachándo ya solamente a cabeza para pasar por debajo. Sin embargo un cuerpo inerte con una brecha en el parietal ha quedado en el suelo, sangrando profusamente por la cabeza y con los ojos en blanco, la primera persona que se agarró a la reja ha perdido el turno y la vida de una misma tacada.
Un cartel sobre la puerta reza: "Moda y estilo. Déjate asesorar hoy y llévate ropa gratis".
